jueves, 10 de enero de 2008

LA INFLUENCIA DEL EJERCICIO DEL ALPEDISMO EN LA VARIACIÓN LINGÜÍSTICA

Resumen:
Las teorías lingüísticas basadas en el uso parten del presupuesto de que la lengua es variable. Esto quiere decir que conforme cambia la sociedad, cambia el lenguaje.
Esto es así porque cada lengua representa la estructura social de la comunidad que la usa. Por ello, las formas dialectales son una fuerte marca de identidad y de pertenencia a un determinado grupo.
Ahora bien, supongamos que los sujetos que practican el alpedismo (y, a su vez, comparten una misma organización social, en un mismo momento y lugar) pudieran/quisieran concebirse como una comunidad, ¿se podrían determinar a partir de su dialecto? Mis estudios en alpedología y mis intereses especiales en la lingüística me llevaron a la conclusión de que esto es posible.
Luego de analizar un corpus textual extraído de internet, pude reconocer que algunas palabras varían de forma sistemática (algunas de ellas, incluso, yendo en contra del principio de la economía lingüística). También me llamó la atención que los sujetos que utilizan estas variedades practican el alpedismo de forma constante, ya que su entorno inmediato (internet, chat, televisión, juegos de rol y pornografía japonesa) lo determina así.
Formas como “quiero” -que suele aparecer como “qiero”, “kiero” o “kero”- y la conocida “beso” -que se transforma en “besho”, “becho”, “bacho” (con su conocido morfema de plural “s”, en tanto sea más de un beso virtual lo que se envíe)- son las más evidentes.
Las similitudes encontradas en el proceso de variación lingüística en el corpus de los sujetos que practican el alpedismo me llevaron a la conclusión de que la selección léxica tiene una finalidad específica: Identificarse con un movimiento (que, desde mi punto de vista, tiene todas las características de una comunidad lingüística) de jóvenes practicantes del alpedismo.
Como dije anteriormente, noté que las palabras sufren una variación sistemática. Pero este cambio no es arbitrario, sino que sigue un determinado patrón de sustituciones que representan el lugar que el individuo ocupa dentro de su comunidad. Tomando como ejemplo nuevamente a la palabra “quiero”, primero se muestra la elisión (borrado) de la letra “u”, quedando la forma “qiero”. Después, la palabra sufre el reemplazo de la letra “q” por la “k”, formando “kiero” (este reemplazo es sufrido por casi todas las palabras que llevan “qu”). El último paso es la unificación del diptongo “ie” por la vocal abierta “e”, transformando a la palabra en “kero”. Bien podría decirse que este fenómeno corresponde a una de las principales características de la lengua como herramienta de la comunicación humana: la economía. Aunque mi análisis demostró que cada una de estas tres variantes para mismo concepto (“quiero”) determina el grado de alpedismo ejercitado. De esta manera, un sujeto que dice “te kero” en lugar de “te quiero” está mucho más al pedo que aquellos que dicen “te kiero” o “te qiero” y lo demuestran lingüísticamente.
El mismo fenómeno sufre el segundo ejemplo “beso”, junto con muchas otras palabras (“hola” y su transformación en “ola”, “holas” y “holis”) que muestran -y lo seguirán haciendo a lo largo del tiempo- alteraciones de este tipo.
Para concluir, me parece prudente destacar que no estoy queriendo afirmar que hablar o escribir utilizando dichas variantes es condición suficiente para saber si el sujeto practica el alpedismo, aunque sí es determinante el fenómeno inverso.
Es decir, TODO SUJETO ALPEDÍSTICO, PARA DEMOSTRAR LA PERTENENCIA A SU GRUPO, UTILIZA LAS VARIANTES EJEMPLIFICADAS anteriormente, aunque NO TODAS LAS PERSONAS QUE LAS UTILIZAN EVENTUALMENTE PUEDAN SER IDENTIFICADAS COMO TALES.
Nuevamente, la alpedología demuestra ser capaz de explicar fenómenos que no son estrictamente de su área de estudios.

Dr. Pini, Alpedólogo. Comunicación DIFBA, julio de 2007.

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