Trabajos preliminares del libro PRINCIPIOS ESTRUCTURALES DE LA ALPEDOLOGÍA. UN MODELO SOCIOLÓGICO DEL OCIO, de Dr. Pino, Alpedólogo (Esteban P. Bergna). Todos los ensayos son fragmentos de dicho libro, de ninguna manera pretenden ser formulaciones generales sobre la temática del ocio. La alpedología es un invento metodológico cuya única finalidad es lograr el humor a partir de la utilización del estilo del discurso académico para analizar elementos comunes en la sociedad.
Luego de la charla preventiva que di ante los jóvenes (y no tan jóvenes) afganos para evitar las "inmolaciones alpedológicas juveniles", los organizadores y sponsors me invitaron a compartir un surtido lunch con bebidas espirituosas y glamorosos bailes.
En dicho evento, me encontré con un viejo amigo -a quién voy a presentarles como el Genio de Bigotes- que andaba por allí en representación de la OSN (Organización Señor Negro).
Concluido el divertido y glamoroso evento, algunos salimos a charlar sobre lo acontecido durante el baile. Si bien existían entre nosotros muchísimas diferencias culturales, todos llegamos a la siguiente conclusión: ¡La odalisca tenía un culo de puta madre!
Hace algún tiempo, con motivo de la celebración del VI Congreso de Fundamentalistas de la Alpedología, las autoridades políticas y religiosas de Afganistán me invitaron a llevar adelante, además de los discursos de apertura y cierre del congreso, una charla didáctica destinada a todos los jóvenes afganos que, por no saber qué hacer con su tiempo libre, sentían deseos de inmolarse exponiendo al respecto cualquier pretexto banal. Yo no tenía demasiado conocimiento acerca de dicho problema e intenté negarme excusándome amablemente. Tras mi negativa, uno de los organizadores del congreso me dijo que comprendía mi posición y, con los modales más dulces que jamás experimenté, aseguró que si no me hacía cargo de la charla, se mataría.
Como no tuve más opción que acceder a sus peticiones, me puse en campaña para preparar lo que iba a exponer.
Lo primero que debía hacer era investigar un poco acerca de las actividades que solían realizar los jóvenes en Afganistán además de inmolarse... eran muy pocas, en verdad.
Leyendo los periódicos, una cosa me llamó poderosamente la atención: los pretextos absurdos de las muchas “inmolaciones alpedológicas juveniles” (nombre que me pareció pertinente para catalogar el problema). Para citar algunas, un joven de 13 años decidió inmolarse a cambio de que un tendero marroquí le comprara un enorme helado de chocolate y granizado. Otro, de 15 años, se inmoló para probarle a una de sus novias “lo mucho que la amaba y que siempre sería su favorita”. Sin duda alguna, el más curioso de los casos que leí fue el de dos hermanos de 17 y 20 años que se inmolaron para que su padre accediera a llevarlos a los “fichines”.
Conforme pasaban los días y se acercaba más y más la fecha del Congreso, me sentía más inseguro de mi charla. Solía ir a caminar para despejarme,pero el sonido de los jóvenes explotando por doquier conducía mi mente a la preocupación del trabajo.
Por fin, decidí llamar a un amigo quién por esos días se encontraba en Turquía comprando telas para un nuevo micro-emprendimiento: Confeccionar trajes espaciales para perros y gatos astronautas.
Charlamos un rato de diversas giladas, como de costumbre, y quedamos en encontrarnos en el aeropuerto la siguiente noche. Fui a recibirlo acompañado de los organizadores del congreso que todavía no se habían inmolado.
Finalmente, mi amigo descendió del avión que se había demorado un par de horas por no haber recibido amenaza de bomba alguna, conforme dicta la tradición de su país.
Investigador superior del DIABA (Departamento de Investigaciones de Alpedología de Buenos Aires).
Agradezco a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires por brindarme las herramientas de análisis para llevar a cabo mi "chiste" y pido disculpas a todos los autores a los que utilicé para la formulación de mi teoría alpedológica.
Mis agradecimientos puntuales a mis grandes profesores Dr. Alejandro Raiter, Dr. Salvio M. Menéndez, Dra. Lucía Golluscio, Dr. Edgardo Cordeu y a mis compañeros de carrera, hermanos de la vida, Alfredo Pisano, Fernando Bogado, Pablo Grimozzi, Maxi Buczak, a mis viejos, hermanos y mi china, quienes me brindaron siempre el apoyo necesario para creer que semejante boludez podía llegar a ser algo serio... o seriamente boludo.